Proponemos un viaje nada habitual. Abre imaginariamente la puerta del DeLorean de “Regreso al futuro” y déjate llevar. Vamos a pasar sin freno posible por el Imperio Romano, el Medievo, el Renacimiento, el Segundo Imperio francés y el modernismo. Emociones fuertes sin duda alguna. Pero tranquilos, para este viaje no hace falta ninguna máquina del tiempo. Todo ello está reunido en una misma ciudad, París. La capital francesa es quizás, el mejor lugar del mundo para hacer un viaje certero y preciso por la historia. Un recorrido por diferentes épocas gracias a un patrimonio excelso y mimado con esmero. Los apasionados del juego de mirar hacia atrás están de enhorabuena. Además de ser la ciudad de la luz, es también la ciudad de la historia. Visitar París es sinónimo de disfrutar y aprender. Eso sí, para vivir esta aventura hay que tener claro dónde alojarse en París. Una recomendación es el Novotel París Las Halles, situado muy cerca de uno de los lugares con historia de los que vamos a hablar, el Centro Pompidou, y en una zona moderna y muy interesante de la capital francesa.
De la herencia romana al París medieval
Vamos a comenzar este viaje por el principio. La presencia romana en París dejó una época de gran esplendor de la que se conservan las termas de Cluny y los restos del graderío del anfiteatro de Lutecia, donde los asistentes disfrutaban de espectáculos de circo y teatro. Si avanzamos hasta el Medievo, los ejemplos de construcciones románicas y góticas que deja la ciudad son brillantes. En el primer grupo hay que resaltar la abadía de Saint-Germain-des-Prés y, si hablamos de gótico, hay que hacerlo obligatoriamente de la iglesia de Notre-Dame. Su nave es una muestra de manual, de un estilo que dejó atrás la sobriedad del románico.
La explosión del Renacimiento hasta llegar al Clasicismo
El Renacimiento hermanó a Francia con Italia, arquitectónicamente hablando. Las corrientes que llegaban de tierras italianas influían y mucho en las nuevas construcciones que se levantaban en París. Hablamos, por ejemplo, de las iglesias de San Eustaquio y de Saint-Etienne-du-Mont. Aunque el tiempo avanzaba y el Clasicismo tocaba a las puertas de la ciudad de la luz, el gusto por las formas de la antigüedad estuvo muy presente en los siglos XVII y XVIII. Un ejemplo es la plaza des Vosges, donde las columnas y las cúpulas inundan París en una época muy prolífica en la que se levantaron Los Inválidos, la columnata del Louvre, las plazas de la Concordia y Vendome, la iglesia de la Madeleine y el Panteón, entre otros muchos.
El Segundo Imperio y la llegada del Art Nouveau
La magnificencia del Segundo Imperio francés con Napoleón III al frente dejó, arquitectónicamente hablando, una de las obras maestras de la capital parisina. La Ópera de Charles Garnier. De esta época también data la ampliación del Louvre. Pero la auténtica revolución rompedora llega en Francia con el Art Nouveau. Aún podemos disfrutar de la esencia de esta corriente en la calle La Fontaine. Además, el Art Nouveau no escapó de creaciones faraónicas como la Torre Eiffel y el puente Alexandre III.
El París más moderno
Es cierto que de París atrae su legado histórico del que hemos hecho un repaso. Pero no podemos perder de vista que la ciudad sigue evolucionando y adaptándose a los nuevos tiempos. Solo hace falta darse un paseo por el moderno barrio de La Defensa. Pero también podemos contemplar algunos ejemplos de la arquitectura contemporánea, junto al Campo de Marte en la sede de la UNESCO. Y, por supuesto, el rascacielos desde el que obtenemos las mejores vistas de Paris, la Torre de Montparnasse. Por último tampoco debemos olvidarnos del Centro Pompidou, que destaca por su audacia sin límites.
