16 diciembre 2025
10 minutos
Uruguay tiene playas tranquilas, urbanas y casi secretas que vale la pena visitar en pleno verano y también fuera de temporada, cuando el ritmo baja y el mar adquiere otro encanto. Descubra cuáles son las mejores playas para descansar en cualquier época del año, con ideas de paseos, momentos de relax y experiencias para prolongar su viaje.
16 diciembre 2025
10 minutos
El país se ha convertido en un refugio perfecto para quienes buscan bajar el ritmo, con ciudades costeras acogedoras, buena gastronomía y playas en Uruguay que se disfrutan tanto bajo el sol intenso como con la brisa fresca fuera del verano. Descubra cómo cambian la costa y el clima según la estación y qué tipo de viajero se enamora de estos rincones tranquilos del país.
En verano, de diciembre a marzo, la costa uruguaya vive su momento más clásico de sol y mar, con días largos, temperaturas agradables y agua más templada, ideal para pasar horas en la arena entre chapuzones, caminatas y atardeceres lentos. En otoño y primavera, el clima se vuelve más suave, con menos gente en las playas y una luz hermosa para quienes disfrutan de fotografiar, caminar por la orilla y aprovechar cafés y restaurantes con vista al mar sin prisa.
El invierno, aunque más fresco y con viento en varios tramos de la costa, tiene un encanto especial para quienes prefieren silencio, cielo nublado y ese ambiente de retiro frente al mar. En ciudades como Montevideo, Punta del Este, Piriápolis o La Paloma, es común ver personas andando en bicicleta por la rambla, observando aves en las áreas de dunas y disfrutando la vista del océano con abrigo y una bebida caliente en la mano, en lugar de sombrilla y silla en la arena.
Las playas más serenas de Uruguay suelen atraer a quienes prefieren cambiar el ruido de las grandes ciudades por caminatas largas, conversaciones sin prisa y días contemplativos frente al mar. Llegan parejas que buscan un fin de semana romántico, familias que quieren que los niños jueguen en la arena con más espacio y viajeros que necesitan una pausa real de la rutina para escuchar solo el sonido de las olas.
También es común encontrar personas que viajan fuera de temporada para escribir, fotografiar, practicar deportes suaves o simplemente leer un libro mirando al horizonte. Este público suele valorar alojamientos confortables, cafés y restaurantes con productos locales, buena conexión a internet y esa atmósfera acogedora de un pueblo costero donde muchos terminan el día en la rambla para ver cómo el cielo cambia de color sobre el océano.
Muy cerca de la capital, hay playas en Uruguay donde el ruido baja de volumen, la arena se vuelve más tranquila y el mar se convierte en una invitación a descansar sin correr contra el reloj. Descubra cómo aprovechar estos rincones serenos cerca de Montevideo y por qué pueden ser la escapada perfecta para una pausa corta en cualquier época del año.
Para una escapada rápida sin alejarse demasiado de la ciudad, Pocitos, en Montevideo, es una de las primeras referencias. El barrio combina una rambla extensa para caminar o andar en bicicleta, espacio suficiente en la arena para extender la toalla y un entorno urbano lleno de cafés, heladerías y restaurantes donde se puede hacer una pausa frente al Río de la Plata. En verano hay más movimiento, pero al amanecer y al final de la tarde el ambiente se vuelve más silencioso, ideal para empezar o terminar el día con el sonido suave de las olas.
Un poco más al este aparece Playa Malvín, con un ambiente algo más residencial y un ritmo todavía más tranquilo en varios tramos. La rambla con bancos frente al agua, los paradores sencillos y las vistas amplias del río hacen de Malvín una opción muy cómoda para quienes tienen pocos días en Montevideo y quieren sentir que realmente estuvieron en la playa sin perder horas en traslados ni depender de una logística complicada.
Para quienes buscan infraestructura completa sin renunciar a un ambiente relajado, Playa Mansa, en Punta del Este, suele ser una apuesta segura. La orilla mira hacia la bahía, el agua suele ser más tranquila que en el lado oceánico y la franja de arena es lo suficientemente amplia para familias, parejas y grupos de amigos, con espacio para sillas, juegos y caminatas cortas entre un baño y otro. A pocos pasos de la playa hay quioscos, restaurantes y opciones de alojamiento que facilitan la vida de quienes quieren pasar el día entero allí sin grandes desplazamientos.
Del otro lado de la península, Playa Brava, en Punta del Este, ofrece una experiencia diferente, con mar más abierto, olas más fuertes y un paisaje clásico marcado por la escultura de La Mano emergiendo de la arena. Aun así, es posible encontrar tramos más tranquilos para sentarse a mirar el horizonte, leer un libro o simplemente observar el movimiento de los surfistas. La combinación de paradores, veredas amplias y servicios cerca de la rambla garantiza comodidad, mientras el sonido del océano recuerda que allí el verdadero protagonista sigue siendo el mar.
Quienes buscan bajar todavía más el ritmo encuentran en la zona de Colonia del Sacramento un aliado perfecto. Playa Colonia se siente casi como una extensión del casco histórico, con el río extendiéndose frente a las murallas, bancos para sentarse a mirar el horizonte y una franja de arena tranquila donde el tiempo parece correr de otra manera. Es fácil combinar un paseo entre calles empedradas y fachadas coloniales con un atardecer silencioso junto al Río de la Plata, acompañado solo por el sonido del agua y alguna embarcación lejana.
Más hacia el este, Playa Vik en José Ignacio simboliza otro tipo de pueblo pequeño, con aire sofisticado y un número reducido de calles que casi siempre desembocan en el mar. La escultura contemporánea integrada al paisaje, las casas bajas, los restaurantes de autor y la luz suave del final de la tarde crean un ambiente de descanso elegante, ideal para caminar descalzo por la arena, ver el atardecer en silencio y sentir que se está en un rincón aún reservado de la costa uruguaya.
En la costa de Maldonado, Playa Punta Colorada, en Uruguay, es una de esas orillas que invitan a caminar sin mirar el reloj. La arena se mezcla con pequeñas formaciones rocosas, el barrio es residencial y silencioso y, desde algunos puntos más altos, se obtienen vistas amplias del mar y de la silueta de Piriápolis al fondo. Es el tipo de lugar perfecto para salir con un abrigo ligero, hacer una caminata larga junto al agua y terminar el paseo sentado en la arena escuchando únicamente las olas.
Un poco más al este, Playa Montoya, en Uruguay, combina un entorno natural muy bonito con un ambiente relajado fuera de los picos de verano. Hay tramos donde se puede leer un libro bajo la sombrilla, alternar chapuzones con momentos de contemplación y esperar el atardecer mientras el cielo cambia de color sobre el Atlántico. Cuando cae la tarde, la luz se vuelve dorada, el viento disminuye y la playa adquiere ese aire de escenario ideal para fotos, conversaciones tranquilas y silencio compartido frente al mar.
Muchos viajeros eligen los hoteles Accor en Montevideo como base para disfrutar estas escapadas con aún más calma, combinando la comodidad de la capital con idas y vueltas a la costa. Dormir bien, desayunar con tiempo, salir hacia Maldonado para pasar el día entre caminatas y lectura frente al mar y regresar por la noche a una habitación confortable transforma cada playa en parte de un recorrido mayor pensado para descansar en cada etapa del viaje.
En la costa uruguaya todavía existen playas que se sienten casi vírgenes, con dunas, vegetación baja y una sensación deliciosa de estar lejos de todo. En las próximas líneas descubrirá cómo elegir estos rincones serenos y qué tener en cuenta para disfrutarlos con calma sin perder la magia de estar frente al mar.
Quienes sueñan con ver el Atlántico casi en estado puro encuentran en Cabo Polonio, Uruguay, un escenario único. El acceso es controlado, no se puede entrar en vehículo particular, las calles son de arena y las casas sencillas se distribuyen entre dunas y formaciones rocosas. Por la noche, el faro iluminado y el cielo estrellado generan la sensación de estar en otro tiempo, en un poblado mínimo rodeado por el mar de un lado y el campo del otro.
Más al norte aparece Playa La Pedrera, con acantilados bajos, calles tranquilas y un pequeño centro que cobra vida principalmente en verano. Fuera de la temporada alta, el ambiente es de aldea adormecida, con pocos comercios abiertos, largas caminatas por la arena y el sonido constante de las olas rompiendo contra las piedras que dieron nombre al lugar. Es el tipo de destino donde un café, una librería y un restaurante sencillo bastan para llenar el día.
Casi en la frontera con Brasil, el complejo Playa Grande, en Punta del Diablo, ofrece otro tramo de costa con poca intervención, donde dunas, vegetación nativa y casas coloridas conviven con un mar intenso y un horizonte amplio. La infraestructura es básica y se concentra en el poblado de Punta del Diablo, así que quienes caminan hasta Playa Grande encuentran espacio de sobra para extender la toalla, observar aves, sentir el viento fuerte en el rostro y disfrutar la sensación de tener una larga franja de arena casi para sí.
En playas casi vírgenes como Cabo Polonio, en Uruguay, y el complejo Playa Grande, en Punta del Diablo, planificar bien el acceso marca una gran diferencia. En Cabo Polonio no se puede ingresar en vehículo particular, es obligatorio usar los vehículos autorizados que salen desde la carretera principal, por lo que conviene revisar los horarios de ida y vuelta y evitar llegar muy tarde. En Playa Grande los caminos entre dunas pueden ser largos, el mar suele ser más fuerte y no siempre hay guardavidas cerca, así que es recomendable respetar las corrientes, evitar entrar solo en días de oleaje intenso y acordar puntos de encuentro si el grupo se dispersa por la arena.
En la región de Maldonado, especialmente en Playa Chihuahua y en la zona de Playa Naturista Chihuahua, los cuidados incluyen tanto la logística como el respeto a las normas locales. Como la oferta de bares y restaurantes es limitada, conviene llevar agua, refrigerios ligeros y suficiente protección solar, además de una muda extra de ropa para el final del día. También es fundamental seguir las reglas de la playa naturista, pedir permiso antes de tomar fotografías, mantener una actitud discreta y recordar que todas las personas están allí por el mismo motivo: disfrutar del mar con tranquilidad y seguridad.
Viajar fuera de la temporada alta cambia por completo el ambiente de las playas en Uruguay, con menos gente en la arena, precios más accesibles y más espacio para descubrir cafés de barrio, ferias y rincones locales con calma. Para aprovechar este ritmo tranquilo sin renunciar a la comodidad, vale la pena inscribirse gratuitamente en ALL, el programa de fidelidad de Accor, acumular puntos en cada estadía y acceder a tarifas y beneficios que hacen que cualquier escapada de baja temporada sea aún más agradable, desde el desayuno hasta el atardecer frente al mar.
En temporada baja, muchas ciudades costeras adquieren un encanto diferente, con tiempo de sobra para paseos cortos por la rambla, pausas en cafés de barrio y visitas a mercados locales donde aparecen quesos, vinos, dulces típicos y frutas de estación. Es el momento ideal para caminar sin prisa, entrar en librerías pequeñas, observar la rutina de quienes viven allí todo el año y descubrir ese restaurante familiar que quizá pasaría desapercibido en pleno verano.
Hospedarse en ibis Styles Montevideo Biarritz ayuda a integrar todo esto en un mismo recorrido, ya que el hotel se encuentra en una zona residencial tranquila, cerca de la rambla y de cafés frecuentados por residentes del barrio. Desde allí es fácil salir a pie para explorar la zona, hacer una parada para un espresso con medialuna, visitar mercados y regresar al final del día a una habitación colorida y confortable, con el ambiente creativo de la marca acompañando cada pausa entre un paseo y otro por la costa uruguaya.
Viajar a la costa uruguaya en temporada baja significa encontrar playas más vacías, menos filas y un ritmo mucho más tranquilo en restaurantes, cafés y atracciones. Los precios suelen ser más accesibles, es más fácil conseguir buenas habitaciones con vista, reservar mesas en lugares concurridos y conversar con quienes atienden los establecimientos, que disponen de más tiempo para compartir historias y hacer recomendaciones locales.
Otra ventaja es poder ver el día a día real de cada ciudad, sin el filtro del turismo masivo. En estos períodos, caminar por la rambla adquiere otro sentido, los mercados de barrio muestran con mayor claridad lo que se consume cotidianamente y los atardeceres pueden apreciarse casi en silencio, con espacio de sobra para sentarse en un banco, abrir un libro o simplemente mirar el horizonte sin prisa.
A pocos pasos del mar y ubicado en uno de los barrios más elegantes de la capital, Sofitel Montevideo Casino Carrasco and Spa es una elección acertada para quienes asocian el descanso con rituales de bienestar. El edificio histórico frente a la rambla, el spa completo, la piscina y la atmósfera de hotel-palacio crean ese clima de pausa sofisticada en el que el día puede comenzar con una caminata junto al Río de la Plata y terminar con un baño relajante antes de la cena.
En el barrio de Pocitos, el Hotel Costanero Montevideo - MGallery combina diseño contemporáneo con una vista privilegiada hacia la rambla, ideal para quienes disfrutan sentir el pulso de la ciudad sin renunciar a la comodidad. Habitaciones amplias, ambientes diseñados al detalle y un restaurante conectado con la gastronomía local lo convierten en una base inspiradora para explorar cafés, playas urbanas y parques cercanos, regresando siempre a un espacio que se siente como una extensión del propio hogar.
Frente al mar en Punta Carretas, Mercure Montevideo Punta Carretas conquista a quienes prefieren barrios residenciales, calma y largas caminatas por la orilla. Desde el hotel es posible salir a pie hacia el faro, hacer una pausa para un café en alguna esquina encantadora y acompañar el final de la tarde desde uno de los bancos de la rambla, sabiendo que una habitación acogedora espera al regresar.
Para quienes buscan practicidad sin complicaciones, ibis Montevideo Rambla es el aliado ideal. Ubicado frente al Río de la Plata, ofrece habitaciones funcionales, un desayuno bien servido y acceso fácil tanto al centro como a los barrios costeros, lo que facilita armar un recorrido que combine playas urbanas, mercados locales y paseos cortos sin gastar demasiado tiempo en traslados.
Un viaje realmente reparador comienza mucho antes de pisar la arena, en la manera en que se eligen los días, el tipo de transporte y el estilo de alojamiento. En los próximos párrafos verá cómo ajustar el tiempo de estadía y la logística para aprovechar lo mejor de la costa uruguaya evitando prisas y multitudes.
Para una primera visita a la costa uruguaya, suele funcionar muy bien dedicar al menos dos o tres días a Montevideo y sus playas urbanas, reservar de tres a cuatro noches para la región de Maldonado, incluyendo Punta del Este y pueblos como José Ignacio, y separar algunos días más, si el calendario lo permite, para explorar con calma la costa de Rocha, donde lugares como La Pedrera, Cabo Polonio y Punta del Diablo invitan a un ritmo más lento, con tiempo para adaptarse al viento, a las caminatas largas y al silencio característico de estos tramos.
Moverse por la costa uruguaya es sencillo, ya sea con autobuses interdepartamentales que conectan Montevideo con ciudades como Punta del Este, Piriápolis y Rocha, o con un auto de alquiler para quienes prefieren detenerse en miradores y pueblos pequeños en el camino. Para garantizar un buen descanso, conviene reservar el alojamiento con anticipación, especialmente en feriados y en verano, y elegir hoteles cerca de la rambla o de las playas principales para poder hacer muchas actividades a pie.
Quienes desean evitar multitudes suelen preferir los meses de marzo, abril, octubre y noviembre, cuando el clima todavía es agradable, los precios son más moderados y es posible caminar por la arena, probar la gastronomía local y ver el atardecer con más espacio y silencio.
Desde las playas urbanas de Montevideo hasta los pueblos tranquilos de Rocha, la costa uruguaya muestra que descansar puede significar cosas diferentes para cada viajero, siempre con el mar como punto en común. Al elegir los hoteles de Accor en Uruguay como base, es más fácil combinar caminatas por la rambla, tardes de lectura frente al océano, visitas a mercados locales y escapadas a playas casi vírgenes, sabiendo que al final del día siempre habrá un espacio confortable esperando para recuperar energías.
Para que cada una de estas experiencias rinda aún más, vale la pena inscribirse de forma gratuita en ALL, el programa de fidelidad de Accor. Como miembro, es posible acumular puntos en hospedajes y experiencias, acceder a tarifas exclusivas, disfrutar ventajas en miles de hoteles alrededor del mundo y transformar cada amanecer en la costa uruguaya en parte de una travesía mayor, llena de nuevos destinos, regresos planificados y recuerdos que dejan de ser una simple escapada para convertirse en un estilo de vida.
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