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Los 15 pueblos más bonitos de la Bretaña francesa

¿Alguna vez has tenido la sensación de que el tiempo se ha quedado detenido?

En los bosques insondables de la Bretaña francesa, es sus pueblos de piedra y en sus fortificaciones medievales es fácil creer que el reloj avanza a otro ritmo. Deja que esa magia que envuelve la región te acompañe durante esta ruta por el noroeste de Francia.

15 paradas obligatorias en una ruta por la Bretaña francesa

Los cinco departamentos del territorio histórico que componen esta región al noroeste de Francia son un catálogo de pueblos con encanto ideales para emprender un viaje por carretera. Desde el colorido de las villas marineas que se asoman al mar Céltico a las pintorescas ventanas encajadas en las fachadas de piedra de los pueblos de interior, en todos los puntos cardinales de esta península encontrarás un buen motivo por el que hacer una parada. 
Las buenas conexiones aéreas con la ciudad de Rennes y su amplia oferta de hoteles, convierten a esta entrañable ciudad en un estupendo punto de partida para este recorrido por los pueblos más bonitos de la Bretaña francesa. 
  1. Rochefort-en-terre. Una villa tranquila y de pocos habitantes cuya vida se articula a la sombra de un castillo del siglo XII. Este símbolo de poder medieval le da nombre a esta pequeña aldea de balcones floridos. 
  2. Josselin. Los techos de pizarra contrastan con el verdor de los parajes que rodean a este caserío a 80 km de Rennes. Sus iglesias y capillas completan el interés histórico y artístico que protagoniza el castillo de Rohan. 
  3. Pont-Aven. Cerca ya del litoral, donde comienza el estuario del río Aven, se encuentra la conocida como “Ciudad de los pintores”. En este entrañable pueblo con puentes y pasarelas sobre la ría estuvo la escuela de pintores en la que impartía clases Gauguin. 
  4. Locronan. Para ser una localidad de apenas 800 habitantes, Locronan cuenta con un notorio patrimonio arquitectónico que lo convierte en una parada necesaria. Es el pretexto para tomar un café contemplando el ir y venir de paseantes en su concurrida plaza de piedra. 
  5. Le Faou. Hace más de 400 años fue uno de los puertos bretones más importantes. En la actualidad el principal motor económico de esta población costera es el turismo que llega hasta aquí atraído por los empinados tejados de sus casas de piedra, patrimonio arquitectónico protegido. 
  6. Roscoff. Así como en la actualidad es un punto clave en las conexiones marítimas con Inglaterra e Irlanda, en su momento este pequeño puerto fue más famoso por las historias de los piratas y corsarios que zarpaban desde aquí. 
  7. Plumanac’h. La costa bretona ofrece imágenes realmente relajantes. Las casitas blancas de tejados negros al borde del mar y las pequeñas barcas de madera fondeadas en el muelle ayudan a construir esta estampa de tranquilidad. 
  8. Tréguier. Paseando por las calles de la capital histórica de la región de Trégor no tardarás en toparte con la imponente aguja que corona su catedral medieval. La elegancia de sus casas de piedra con entramados de madera refleja la nobleza y prosperidad de otra época. 
  9. Pontrieux. Dos plazas triangulares, dos puentes y un viaducto conforman el esqueleto de esta ciudad orillas del Trieux. Hay que incluir en la ecuación los cincuenta lavaderos que en su momento daban servicio a las familias de la burguesía, tan celosas de su intimidad que cada una tenía el suyo. 
  10. Moncontour. Atravesar sus robustos muros erigidos en el siglo XV es trasladarse a un pasado de torres, castillos y batallas entre nobles. Escenarios salpicados del glamour y la elegancia de los jardines franceses.
  11. Dinan. Las fachadas entramadas de la ribera se reflejan sobre las plácidas aguas del río Rance. Todo hace sospechar que nada ha cambiado en este pueblo medieval que se deja caer con ingravidez desde una colina salpicada de edificios emblemáticos como la Torre del Reloj o la iglesia de San Malo. 
  12. Combourg. Tras concluir el largo asedio de los vikingos, la ciudad de Combourg fue recuperando lentamente su identidad. En su popular castillo pasó parte de su juventud el escritor Francois-René de Chateaubriand, convirtiendo esta ciudad en la “cuna del romanticismo”.
  13. Saint-Suliac. Las mareas marcan el rimo de la vida en Saint-Suliac, en el valle del río Rance. Si está baja, el pueblo crece; si está alta, el lugar se convierte en un brazo de mar abriéndose paso entre un paisaje natural de los más hermosos de este estuario. 
  14. Fougeres. Tres líneas de murallas se erigen alrededor de más de dos hectáreas para defender a este pueblo y su castillo desde hace diez siglos. Nada perturba la tranquilidad de Fougeres porque es el pueblo mejor protegido del departamento de Ille y Vilaine.
  15. Vitré. Otro magnífico ejemplo de ciudad feudal integrada en la red de Ciudades de Arte e Historia de Bretaña para preservar su importante patrimonio. Su imponente castillo (¡con puente levadizo y todo!) recuerda la época más gloriosa de la prometedora industria textil en la zona. 

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