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RECORRIDO INSPIRADO EN EL SEÑOR DE LOS ANILLOS

Adelante a Bilbao: siempre adelante como Bilbo

Un recorrido inspirado en la obra de Tolkien, desde la llegada al hotel Mercure Bilbao Jardines de Albia a mis lugares favoritos, un par de días aquí sirven para enamorarte de todo lo que ofrece.

Un artículo de Ana Domínguez

Luce un sol desconocido para los lugareños y su tono bronceado en otoño, en contraste con las verdes praderas tan empinadas que quieren tocar el cielo y llevarse a las reses que rumian sobre ellas, me envuelven mientras me transportan a un lugar bucólico. Esta ciudad legendaria, fundada allá por el siglo XIII –que eso sí me lo he empollado- y beneficiada por la Corona de Castilla, daba salida por mar a la lana de sus ovejas, creando una de las zonas de comercio más prósperas de nuestra querida tierra.

Después de un par de horas y media en coche, he olvidado la dirección del hotel Mercure Bilbao Jardines de Albia, pero a los pocos instantes, mientras la ruedecita del teléfono decide si ofrecerme cobertura bastante para encontrarla, asoma en la pequeña pantalla el nombre de la ciudad en Euskera. Entonces una tiene la sensación de haber entendido al escritor John Ronald Reuel Tolkien. Su creación de Bilbo, el entrañable personaje de leyenda, no puede ser de otro lugar que de entre estas dos cadenas de montañas que se abrazan para acoger a tanta buena gente. 

Ya llego; ya. Aún ensimismada por el paisaje, y con la luz ocre en mi recuerdo, me vuelve a la tierra el bullicio de un grupo de turistas ingleses que dan buena cuenta de unas pintas en el vestíbulo del añorado Jardines de Albia, en la calle San Vicente 6, en pleno centro –qué haría yo sin cobertura-. Al día siguiente se celebrará la Maratón Nocturna  que me obligará a dejar el coche en el garaje. Bendito destino cuando confabula para dejar que descubra a pie la ciudad de que la que, a qué negarlo, me he quedado prendada
Cambio entonces los tonos cálidos del otoño por la galantería del blanco perla y el azul marino con los que Gastón & Daniela decoraron el Mercure al completo. La serenidad, la calma, la luz dispuesta el descanso, el encanto de la cosa pequeña, me regresan por un instante a Hobbiton. Voy en busca del más preciado tesoro que barrunto, no tanto en Erebor, como en las calle repletas de excelentes tabernas con miríadas de pinchos a cual mejor. 

Plaza en el centro de bilbao

Mi recorrido en la ciudad

Un par de días. Eso es lo que tengo para patear Bilbo, pero como una es así, no puede comenzar la ruta sin respirar el salitre de las playas de Getxo y permitir al viento sonrojar mis mejillas y sentir volar mi melena rizada y soñar con ser una princesa de esas que salen en la serie Juego de Tronos. Serie que justo se está grabando a poca distancia y me impide ver más acantilados así que no; otra vez soy la que soy, y otra vez de vuelta por el puente del antiguo puerto y ¡hala, qué le vamos a hacer!  
Comienzo por la calle Ledesma, corta y bonita, y me sorprendo por vez primera de la cantidad de personas que pueden caber y que alternan pincho en ristre. Los murmullos de sus conversaciones recuerdan al rumor del oleaje de Mishima, y tal vez si lo hubiera conocido hoy su Japón se parecería más a Bilbao, y sus anhelos de morada con gusto se parecerían a mi Mercure de al lado. Todo está al lado en Bilbao, no sé si aún lo había escrito. Atravesamos la Gran Vía Don Diego López de Haro, la más comercial a mi gusto, pero no quiero hoy pararme en las decenas de tiendas de cadenas que ya conozco.  
Una merecida siesta y otro paseo, ahora al casco antiguo, el aroma cálido de una castañera criolla, y compro una docena, y me quemo, y sigo andando, y sin quererlo estoy rodeada por callejuelas y piedra de sillería y pequeñísimos comercios y sí; y más y más lugares repletos de pinchos. Añoro el silencio del hotel que dejé hace demasiadas horas y regreso en su busca; sé que otros salen ahora y que la noche es como el día en esta ciudad que me da que nunca duerme, pero estoy rota y es lo que hay.  
No puedo abandonar Bilbao sin visitar el Museo Guggenheim y no sé lo que significa el palabro, pero recuerdo que mi paupérrimo alemán aún no ha olvidado que “Heim” es hogar en nuestra lengua, y no necesito saber más. He tenido suerte, Picasso, Francis Bacon, algo de Velázquez, Kandinsky, una exposición sobre realidad virtual. Camino de vuelta por la Ría que bordea la ciudad y la quiere y la abraza y nos acoge en su seno, sentía que tal vez deba regresar e inmiscuirme entre sus muros. 

Bilbao te espera

Y evoco un pasaje, el último de Bilbo, en el hogar del Hobbit que le dio sentido: “¿Volver?, pensó. No sirve de nada. ¿Ir por algún camino lateral? ¡Imposible! ¿Ir hacia delante? ¡No hay alternativa! ¡Adelante pues!” Ojalá algún que otro día puedas mirar adelante y sentir que es Bilbao lo que te espera. Adelante pues; siempre adelante. 

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